sábado, 15 de febrero de 2014

El último fuego de Caperucita Roja (María Villagrá, 1º B)

Todos habéis sido originales y creativos versionando el cuento de Caperucita Roja. Aquí podéis leer el de vuestra compañera, María Villagrá, ilustrado por ella misma.



El último fuego de Caperucita Roja

Me llamo Loira, pero todos me llaman Caperucita Roja desde aquel día, el día en que todo cambió.
Era invierno y todo estaba cubierto de nieve, así que decidí adentrarme en el bosque en busca de alguna imagen que mereciera la pena fotografiar. Comencé a pasear por la parte más frondosa e incluso me atreví a profundizar en las entrañas de aquella espesura, arriesgándome por completo.

Sentía que miles de criaturas me observaban. Estaba horriblemente asustada. Cada paso que daba era como un pellizco en las costillas. El frío me estaba helando los huesos. 
Cuando tuve el valor de darme la vuelta para regresar a casa, vi algo que me dejó petrificada, absorta. Una imagen que contrajo mis pupilas por completo. Era un chico alto, muy alto. Tenía el pelo largo y castaño y los ojos azul marino. Me miró fijamente y adiviné en su rostro un estado de consternación inmenso:

-¿Quién eres? –pregunté
-Lobo. –dijo él con remordimiento.

Entonces empezó a correr y yo lo seguí como si me fuera la vida en ello. Pero la mala suerte se cruzó en mi camino, y tropecé, dándome un golpe en la sien, tiñendo la nieve de rojo.

No sabía cuánto tiempo había pasado, quizás horas, días. Abrí los ojos lentamente, con dificultad, hacia una luz cegadora. Cuando por fin pude recuperarme, me incorporé y ¡ahí estaba! Era el mismo muchacho del bosque, puede que esta fuera su cabaña.

-¿Por qué lo hiciste? –pregunté. Podías haber optado por dejarme tirada.
-Hay algo en ti que me inspira confianza. –contestó él. 

Cuando me quise dar cuenta estaba enamorada de él. Seguí visitándolo durante más de dos años, hasta que soltó la bomba.

-Loira, me tengo que ir. Van a quemar el bosque. –dijo estremecido.
Encogí mi cara y no tardé en romper a llorar.
-Si hay un fuego, aprenderé a arder, Lobo. –dije entre llanto.
-Siempre te recordaré. –respondió él mientras me entregaba una extraña capa roja. 

Finalmente, dejé que la nieve azotara mis mejillas y me arrebató un beso. Le acaricié la cara y emprendió su huida.
-Te quiero. –susurré mientras lo veía alejarse, dejando una huella imborrable en mi recuerdo.            

1 comentario:

  1. Precioso María...Original historia y preciosas ilustraciones...¡¡¡Enhorabuena!!!
    Bea

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